viernes 26 de abril de 2024
Muy nuboso 9.4ºc | Pringles

NOTA DE OPINION

Nos están matando

La violencia de género se cobra la vida de una mujer cada 30 horas en Argentina. En alguna ciudad o pueblito del país, cada día, una mujer es asesinada por alguien que la cree de su propiedad, en su inmensa mayoría, parejas o ex parejas. Porque el femicidio es eso: el asesinato de una mujer por el solo hecho de serlo.

08/12/2016
Nos están matando

La violencia de género se cobra la vida de una mujer cada 30 horas en Argentina. En alguna ciudad o pueblito del país, cada día, una mujer es asesinada por alguien que la cree de su propiedad, en su inmensa mayoría, parejas o ex parejas. Porque el femicidio es eso: el asesinato de una mujer por el solo hecho de serlo. Es también la expresión más extrema y cruel de la violencia de género, que suele dar muchas señales previas, pero no siempre la mujer cuenta con las herramientas para romper ese círculo en el que se ve atrapada.

 Este fin de año, nos faltan 230 mujeres que fueron asesinadas entre enero y octubre, de acuerdo a la información que brinda la asociación civil La Casa del Encuentro. Hay también 294 hijos e hijas de las víctimas de femicidios que no tendrán a su mamá para celebrar el fin de año. Los números fríos nos hablan de historias de vida destrozadas.

Este año, el asesinato de Lucía Pérez, la joven de 16 años que fue drogada, violada, empalada y asesinada en Mar del Plata, tuvo un fuerte impacto no solo en la ciudad, sino también en todo el país, y hasta trascendió las fronteras. Su asesinato derivó en un histórico paro nacional de mujeres, y marchas en todo el territorio argentino.

A pesar de las marchas, de los pedidos por mayor presupuesto para políticas públicas en materia de prevención y erradicación de la violencia hacia la mujer, los casos se siguieron contando. En la ciudad, el último fue el de Valeria Britez, mamá de siete niños, asesinada de un disparo en la cabeza por su entonces pareja.

 

Creo que no me equivoco si digo que todas las mujeres hemos pasado, por lo menos, una vez, por una situación de violencia. Porque los "piropos" que tenemos que escuchar por la calle son violentos; porque a muchas nos pasó que alguien nos toque en la calle o en un boliche o en la escuela, o nos apoyen en un colectivo. Porque la violencia se ejerce también cuando Tinelli cosifica a la mujer y desde sus tantos puntos de raiting lo naturaliza. Porque violencia es que las publicidades nos ubiquen a las mujeres como las personas encargadas de fregar la cocina o el baño, y si solas no podemos, aparece un señor Musculoso para salvarnos; o las que nos obligan a estar menstruando con una sonrisa cada mes.

La violencia cotidiana también puede combinarse con la violencia puertas adentro. Allí donde sólo cabe él, ella y las amenazas, y los golpes, y las denigraciones. Romper el círculo de la violencia no es fácil: comienza con una agresión, pero sigue por el perdón y el supuesto arrepentimiento del agresor, una suerte de luna de miel, y de nuevo la violencia. Entonces la violencia psicológica que se ejerce inmoviliza a la víctima, que termina creyéndose culpable de la situación. A esto se suma que el varón violento va recortando de a poco los vínculos afectivos y de contención que tiene la mujer, lo que la deja desprotegida o con vergüenza de pedir ayuda. Y a veces se conjuga también la imposibilidad económica de irse de la casa donde sufre la violencia, lo que se agudiza si hay niños o niñas de por medio.

Frente a ello se torna urgente la presencia del Estado. Las masivas movilizaciones por el "Ni Una menos", ayudaron a visibilizar estas realidades, a romper algunos prejuicios, a saber que nos matan por mujeres y por eso no se puede hablar de "nadie menos". La sociedad, o parte de ella, ya no es indiferente al tema. Está más atenta, puede detectar más fácilmente situaciones de violencia, y se van conociendo también las vías de denuncia como el 911 para emergencias, como el número 144 a nivel nacional, como la línea Malba en Mar del Plata que brinda asesoramiento llamando al 108.

Sin embargo, los gobiernos fallan. La ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres no tiene presupuesto para cumplir con aquello que debe garantizar de acuerdo a sus artículos. Esta ley, número 26.485, designa al Consejo Nacional de Mujeres como órgano de aplicación, y el presupuesto asignado para este año es ínfimo: representa tan sólo el 0,0055% del total del presupuesto nacional, lo que equivale a $4,50 por mujer, para combatir la violencia machista.

Mientras tanto, los casos de femicidio se cuentan todos los días en los medios de comunicación. Así lo marcan las estadísticas de ONGs, como La Casa del Encuentro, porque los gobiernos deciden no tener estadísticas al respecto. Si el problema no se visualiza, difícilmente se ataque.

Los femicidios son aquella inseguridad de la que no se habla, la que parecería no espantar. De a poco se van rompiendo cercos y visibilizando esta realidad. Los medios de comunicación comenzaron a nombrar los femicidios por su nombre, para dejar de hablar de crímenes pasionales, como si el amor y la pasión pudieran desencadenar la muerte. Es hora de que el Estado, los gobiernos nacional, provincial y municipal dimensionen las consecuencias de la violencia machista y desarrollen las políticas públicas de prevención y acompañamiento a víctimas, para eso hace falta presupuesto y voluntad política.

 Acá no hay modas, nos están matando.

                           Mónica Silva

                                                         Periodista 

 

            

Te puede interesar
Ultimas noticias