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POR LOS MERCADERES DE LA MUERTE….

Se nos están perdiendo nuestros jóvenes

No pasa un fin de semana donde las noticias policiales tienen como protagonistas a los jóvenes.

28/03/2017
Se nos están perdiendo nuestros jóvenes

El último fin de semana,  distintos hechos conmocionaron a la comunidad. En varias notas, alertábamos a los adultos del cuidado de los menores, quienes no prevén estos desenlaces, porque presuponen que nunca pasará nada, hasta que pasa.

Esta negligencia y descontrol que hoy se ve en la ciudad, marca un antes y un después.

La carta de una madre que nos acercó a nuestra redacción, nos dio el impulso para escribir esta nota.

 

¿Es necesario que sucedan estas desgracias para tomar conciencia de la gravedad a la que están expuestos nuestros chicos? ¿Vamos a seguir sumando agresiones, accidentes, heridos de arma blanca, violencia, suicidio o intentos de suicidios? Se nos están perdiendo nuestros jóvenes. Décadas atrás se perdió casi toda una generación.

 

 Y no podemos mirar para otro lado, culpar a los padres, a las autoridades o a los propios jóvenes.  Es una alerta para evitar desenlaces fatales. Los mercaderes de la muerte, provocan este tipo de situaciones que originan consternación y dolor a la sociedad toda.

No hablamos de los hijos de determinada familia, sino de los hijos de esta comunidad, donde cada uno es responsable y parte interesada de los que les sucede.

 

Hagámonos cargo, somos los adultos los que tenemos la obligación de hacer el HOY,  para que no sigamos sumando a toda esta generación el día de mañana.

La droga y el alcohol destruyen familia,  mata y avanza sobre la inocencia y fragilidad de los niños, el deterioro de los jóvenes, y el resultado es un ‘complot para el exterminio’.

 

Los familiares y amigos de los adictos se enfrentan día a día, con impotencia, a un enemigo de enorme capacidad de mal.

No está demás decir, que una persona drogada resigna su espacio en la sociedad: todos pierden sus vínculos afectivos, el obrero su trabajo, el joven y el niño la escolaridad. Y no es lo que queremos para nuestros jóvenes.

 

Más de una vez, hemos escuchado decir a jóvenes en situación de riesgo: “yo ya estoy jugado”; para ellos, felicidad, libertad, amor, son sólo palabras huecas, tan vacías como sus bolsillos o estómagos.

Padecen la “vida deshonrada”, en una sociedad inhóspita e indiferente, y muchas veces sin una contención de sus hogares y familias.

 

¿Quién cuando ve a su hijo enfermo, no lo asiste, lo cuida, lo acompaña?

El joven que ha caído bajo las garras de la droga, o el alcohol, está necesitando los mismos cuidados o más aún… porque está enfermo. Su mente y su cuerpo ya no le responden. Y es ahí, precisamente, donde tenemos que poner nuestra mirada, para evitar que los mercaderes de la muerte sigan llevándose a nuestros jóvenes.

 

La pregunta es… ¿podremos hacerlo, estaremos aún a tiempo de salvarlos o al menos salvar a la próxima generación? ¿Qué opina la comunidad sobre este flagelo? ¿Qué se puede hacer para protegerlos?

El interrogante  queda abierto, para poder  encontrar una solución a este mal que está minando, no solo a los mismos jóvenes y niños, sino a la familia, a la comunidad toda gracias a los mercaderes de la muerte.

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