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FILOSOFANDO

¿Seguimos hablando de filosofía o solo hablamos de lo único?

17/03/2020
¿Seguimos hablando de filosofía o solo hablamos de lo único?

 En días como estos, tan inusuales, tan inesperados, tan llenos de incertidumbre por la crisis sanitaria nos preguntamos y les preguntamos si es mejor intentar seguir en la medida de lo posible con la vida habitual o si esto es imposible y hay que asumirlo con naturalidad. ¿Qué piensan, qué hacen? Es decir ¿seguimos hablando de filosofía o solo hablamos de lo único?.

 


"La Peste no muere ni desaparece jamás, sino que espera pacientemente en las alcobas, en las bodegas, y puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa". Con este fragmento de "La Peste", del novelista, escritor y filósofo francés Albert Camus queremos empezar nuestra columna de hoy. Y la empezamos con una gran pregunta (como nos tiene acostumbrados la filosofía: una pregunta que cuestiona si hay que seguir hablando de lo que todos hablan o podemos seguir hablando de lo que nos pasa, de lo que sentimos y pensamos. No se trata de un negar la realidad, sino de cuestionar, una vez mas, el discurso univoco y hegemónico donde "la peste" es el centro, el principio y el fin. Pero sobre todo, hoy nos preguntamos ¿qué hacemos con lo que hablamos?
Hay dos realidades que hoy nos ocupan sobremanera. Una es el hecho de que paramos, de frenar, de cortar con el ritmo habitual de nuestras ocupaciones para hacer caso a la consigna casi mundial que propone #yomequedoencasa y que no todos respetan ni toman conciencia. Es que creo que a la larga estamos acostumbrados a pensarnos no como especie sino como habitantes de tal ciudad, o nativos de tal país, o pertenecientes a tal raza o credo y se nos hace muy difícil pensarnos como conjunto y cómo yo puedo contribuir al todo.
La Peste, de Camus, fue escrita en 1947, y es concebida como una metáfora de lo que significó para el autor (y para casi toda Europa) la Segunda Guerra Mundial. Hay una "peste" que está "dirigiendo a las ratas" (no quiero Spoilear el libro, perdón si revelo partes de la trama). La peste no son las ratas sino que la peste "envía" a las ratas. En este retrato Camus pone de manifiesto la podredumbre que asola a la humanidad como especie, a la miseria de fondo que aflora en un tiempo y en un espacio determinados. La podredumbre de nuestra existencia es un rasgo característico de la filosofía existencialista francesa y de su gran impulsor Jean Paul Sartre.
En la multiplicidad de personajes Camus va describiendo como en una radiografía las reacciones que la humanidad entera tiene ante "la peste". El Sacerdote, el médico, los habitantes de la ciudad, cada uno va mostrando lo que Camus quiere encarnar: la culpa, la solidaridad, el negar que hay ratas en las casas y en toda la ciudad. Muchas veces no nos damos cuenta de nuestra condición humana hasta que no se nos hace patente en lo físico. Es necesario que la rata esté podrida para que tomemos conciencia de lo que nos está pasando.
Vivimos en un mundo y en una sociedad en donde "hay que hacer cosas que nuestra sociedad exige": ir a trabajar, cobrar un sueldo, comprarse cosas, viajar, comer, salir, tener, mejorar (a veces a costa de vaya a saber qué…); un montón de valores que están instalados en nuestra sociedad y que nos ponen, siguiendo la metáfora de la novela, "de espaldas a la bahía". De hecho en la descripción de Camus en la novela, la ciudad argelina de Oran está construida de espaldas a la bahía, al mar, queriendo mostrar que muchas veces el ser humano de hoy vive de espaldas a la belleza de lo natural, de la creación, de lo dado. Estamos tan metidos en nuestra practicidad y en el progreso y nos olvidamos de lo que nos hace humanos: encontrarnos con la naturaleza, con nosotros mismos y con los otros como otros y no como una mera extensión de mi yo. ¿Construimos nosotros también nuestras vidas de espaldas a la bahía más importante de la vida?... ¿buscando todo el tiempo la productividad, la utilidad de las cosas? Y cuando tenemos que pensar en aquellas personas que realmente nos aman y que viven al lado nuestro o en las actividades que nos hacen realmente humanos…¿no las abandonamos en nombre de un progreso que muchas veces nos lleva a segmentarnos y, como decía Emile Durkheim, a la fragmentación social, a la anomia y al suicidio (personal y social)?
No sé nada de medicina. Eso se lo dejo a mis amigos los médicos que tanto quiero y respeto (en especial a mis médicos de cabecera Ricardo y Luis) por eso no tengo más opinión médica que la que los organismos oficiales reproducen. Lo que sí sé es que este tipo de situaciones nos vuelve a encontrar con nosotros mismos, nos hace volver a vernos las caras, y muchas veces nos muestra que nuestra cara no es lo más agradable para ver, vuelven a hacernos pensar como los antiguos filósofos: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? ¿Quién es el otro? ¿El otro es un problema o es una posibilidad? ¿Tenía razón Sartre cuando decía que "el infierno son los otros" o está en lo cierto la frase que reza "la patria es el otro"? ¿Es el hombre el lobo del hombre, como sostiene Thomas Hobbes? ¿Somos nuestros propios depredadores o, por el contrario, somos la oportunidad de salvación para alguien más?
Estos días son de profundo recogimiento, para volvernos a pensar como sociedad, como individuos y como especie, donde aflora lo que somos. Porque como reza un aforismo de la filosofía clásica: "el hombre es capaz de lo peor… pero también es capaz de lo mejor".

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