jueves 18 de abril de 2024
Algo de nubes 12.8ºc | Pringles

#Filosofiaparallevar

MUERTE DURMIENTE

07/04/2020
MUERTE DURMIENTE

Desde hace exactamente dos días, cuando pienso en la palabra muerte se me viene a la mente el durmiente.
¿Por qué me pasa esto? Como le debe pasar a muchas personas, en tiempo de cuarentena por no decir quincena cuando todo comenzó y ahora sin pensarlo nos vamos arrimando a la treintena, nos ponemos a realizar tareas pendientes. En mi caso concluí un trabajo final de un curso de Kinesiología Deportiva y ahora estoy poniéndome al día con las materias del Profesorado que curso en forma virtual.
Una de esas materias es Sociedad y Naturaleza. Todo estudio o todo libro, al menos para mí, es como un viaje en el que muchas veces, no sabes en qué momento, antes de llegar a destino; te desvías por algunos caminos. Hace tres días mientras estudiaba cómo incorporaron la recolección de basura en las primeras ciudades, me desvié por un camino lateral googleando para saber qué especie era el zopilote negro (que se dedicaba por aquellos tiempos a eliminar los restos que las personas tiraban a las calles) Descubrí que es el buitre, y me entusiasmé leyendo acerca de por qué no se mueren ellos cuando comen animales putrefactos, y es por la cantidad de bacterias que tienen en su cuerpo, y sobre todo por cómo ellas están distribuidas en su piel y en su cara. Termino de leer esto y vuelvo a la colectora, para llegar al destino final de la materia.
Sigo mi camino y hace dos días, un capítulo desarrolla cómo las guerras provocan tantas bajas de vidas humanas; no solo por las balas, no solo por el hambre, sino por ejemplo porque las personas dejan de nacer, porque los matrimonios de separan físicamente, porque el hombre tiene que ir a defender muchas veces no se sabe qué, pero sí a costo de su propia vida muy probablemente, las madres mueren de hambruna, el agua en mal estado… etc., etc. En tiempos de guerra, de repente llega la locomotora y con ella el aumento del comercio entre distintos países. Y lógicamente para que haya locomotora también tiene que haber vías, y resulta ser que este contexto también sigue dando jaque mate a un gran número de vidas. Muchos de los esclavos que traían para realizar estos trabajos morían por la peste de la fiebre amarilla o comúnmente en la época conocida como la peste del vómito negro (por la sangre coagulada, a veces casi negra, que vomitaban) transmitida por el mismo vector que el dengue. En el ferrocarril Madeira-Mamoré, mueren tantas personas por la fiebre amarilla y por malas condiciones ambientales, que la obra debió ser abandonada. De allí nos viene la expresión durmientes. La tradición cuenta que cada durmiente representa el cuerpo de un trabajador que no resistió… durmientes que hoy muchos utilizamos para decoración.
Hoy en Corrientes hay esculturas a los médicos de aquella época que se ocuparon de combatir la epidemia de 1871 tras llegar un contingente de Paraguay, en el contexto de la Guerra de la Triple Alianza.
A mí en la escuela siempre me contaron que la gente moría en la guerra por las balas, por defender su independencia, por defender sus valores, sus tierras, porque le amputan sus miembros, por hambre, porque no hay medicamentos. Pero no me contaron que a los esclavos o a los soldados, los hacían beber agua con excrementos porque la escasa agua potable que había era solo para unos pocos. No me contaron que a los soldados y esclavos infectados por Aedes Aegypti, los mandaron a nuestro continente para que la muerte no les gane en sus países. No me contaron que a la Academia de Medicina la fundaron en 1822 pero la tuvieron que cerrar en 1824 ya que los médicos sostenían que muchas de las enfermedades infectocontagiosas eran por malas condiciones ambientales. Para nuestra fortuna en ese poquito tiempo, Francisco Javier Muñiz desarrolló la vacuna antivariólica y se declaró obligatoria para las escuelas públicas.
No me lo deben haber contado porque probablemente todo eso se tenía que ocultar, como seguramente en época de Coronavirus, hay millones de cosas para ocultar. Estoy convencida de que toda catástrofe, para mí esto lo es, no surge de un día para el otro, sino que se viene paulatinamente preparando; hasta que la realidad, por momentos escondida a nuestros ojos, decide darnos el cachetazo.
Hoy el mundo está enloquecido queriendo comprar respiradores, barbijos, gafas, etc., etc., etc. Hoy millones de personas solidarias tratan de proveer insumos al sistema de salud. Hoy miles de personas se dan cuenta de que lavarse las manos es prudente, es saludable. Hoy nos preocupamos porque las personas mayores de 65 años estén a salvo. Hoy salimos a aplaudir al sistema de salud. Hoy las personas pasan más tiempo con sus familias, hoy la persona que tenés enfrente quizás está empezando a interpretar lo que hace meses le querías decir y no te entendía.
Hoy pasan tantas cosas hermosas gracias a esta epidemia. ¡Sí sí! , leíste bien, hermosas.
¿Pero qué pasaba ayer? Nada… o muy poco de esto pasaba. Tuve la suerte y la alegría de trabajar ocho años en Terapia Intensiva, y nunca nadie nos escuchó cuando pedíamos más respiradores. A las cartas elevadas a los dueños, nos decían ¿para qué? Si así estamos bien… porque va a llegar un día que algo pase y no vamos a tener con qué afrontarlo, eso respondíamos. No basta con respiradores, para poder usarlos hay que formarse, hay que estudiar.
No basta con que hoy en los hospitales obliguen al personal a usar barbijos. El Estado tiene que proveer de barbijos (y demás insumos) para que de ahora en más con cada paciente se utilice. Las gotas de saliva van a seguir desparramándose y siempre tenemos que estar prevenidos. Hoy es el Coronavirus y mañana no se sabe.
Con esto no pretendo imponer miedo, sino responsabilidad, y sobre todo la humildad necesaria para no creernos tan intocables como para pensar que una enfermedad o la muerte no nos van a tocar. ¿Qué me hace diferente al otro como para que a mí no me pase? ¿Qué me hace distinta frente a otro para que un mismo vector a uno mate y a mí me dé "una gripecita"? Esto último a mí me hace reír por preferir no llorar.
Para mí esas son las virtudes que despierta, o debería despertar, la epidemia. Responsabilidad y humildad.
Burlamos las leyes, los controles porque nos creemos intocables, o si en todo caso nos "agarran" siempre va a haber un papá, una mamá, un amigo, un abogado, un médico… alguien que nos salve.
Pero es hora de que miremos la realidad de frente, de que nos dejemos cachetear porque es eso lo que nos merecemos como sociedad, recibir un golpe duro, y que si seguimos en pie entendamos que somos unos privilegiados. Que nos demos cuenta de que algo tenemos que cambiar, cada uno desde su lugar y replicar con acciones. Las buenas acciones se contagian. De lo contrario, seremos unos más de esos durmientes y pasaremos a ser un decorado. O lo que sería peor, sobrevivir, respirar, y ser un decorado porque no hemos entendido nada.

La autora: Soledad Laurencena: Lic. en Kinesiología (Univ. FASTA), Especialista en Kinesiología Cardio-Respiratoria (Univ. FAVALORO). Tallerista de FiloOreka, taller de Filosofía coordinado por el Prof. Maximiliano Garaicochea.

 

Te puede interesar
Ultimas noticias