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Ejercitarse para la muerte en pandemia

13/05/2020
Ejercitarse para la muerte en pandemia

Con mucha emoción y sin pensar en las bajas temperaturas de la jornada, Las Cebras, equipo de básquet femenino del Club Alem, comenzaron a distribuír los bolsones de juguetes en las escuelas de nuestro medio.


Existe en este momento una estrecha correspondencia entre la manera en que se nos presenta la muerte y uno de los rasgos fundamentales de la filosofía. Se oyen demasiadas veces lemas o eslóganes como "la filosofía es ahora necesaria", o "la filosofía es más necesaria que nunca", pero estas afirmaciones casi siempre bienintencionadas pueden conducir a error, porque dan a entender que hay momentos en los que la filosofía es algo prescindible. Entendida en su sentido amplio la filosofía es necesaria, como lo es ahora la idea de muerte, porque no es contingente, porque todo ser humano tiene un esquema y una interpretación del mundo. Como ya se ha dicho, la alternativa a no leer filosofía no es no tenerla, sino estar condenado a tener una mala y errónea.
En un momento como este, en el que hacer filosofía de la muerte es inevitable, parece razonable acudir a aquellos que llevan ya mucho tiempo reflexionando sobre el tema y construyendo teorías al respecto, para no partir de cero ni caer en los mismos errores en los que ya se cayó en el pasado. La filosofía ha trabajado la idea de la muerte desde el mismo momento de su surgimiento; algunos incluso señalan el problema de la muerte como el punto de partida de toda reflexión filosófica. De un modo u otro, la mayoría de los filósofos y las filosofas se han encargado de reflexionar sobre esta realidad, incluso aquellos como Spinoza, quien defendía que un hombre libre en nada piensa menos que en la muerte. Desde la Grecia clásica hasta el presente existen textos en forma de ejemplos grandiosos a los que es irrenunciable acudir.

De lo que no se habla ¿no existe? La muerte aquí y ahora
A menudo evitamos pensar en la muerte, como si por ignorar algo de semejante envergadura fuese de pronto a desaparecer o, por lo menos, a retardar al máximo su aparición. La realidad misma, cuando golpea, se convierte en el mejor argumento contra el idealismo extremo. El filósofo y literato alemán Bernard N. Schumacher llega a afirmar que la muerte es un tema tabú en las sociedades occidentales, y explica cómo adoptamos una tendencia a ocultar cualquier manifestación que pueda tener en nuestras vidas.
Pero no está tan claro que eludamos la muerte en un sentido amplio; la contínua violencia a la que nosotros mismos acudimos, aunque sea ficticia o la observemos desde lejos, no indica que siempre evitemos pensar en la muerte. Solo en Juego de tronos, por poner un ejemplo, se han visto más de 150.000 asesinatos. Matamos a discreción en el Counter Strike. Ahora bien, esa muerte que acontece en la pantalla, en los libros o donde quiera que la observemos nunca nos acecha a nosotros, sino que siempre es el otro el que la recibe, y por tanto nunca se advierte como una verdadera amenaza.
La amenaza de muerte ha dejado de ser estos días una voz lejana que se escucha como un susurro en la penumbra; se muestra a plena luz del día y nos despierta cada mañana en forma de número o dato que se nos aparece como en un espejo. El "enemigo", como se ha venido apodando al virus en un lenguaje excesivamente belicista, es invisible y ubicuo. Si la muerte era un tema tabú, como defiende Schumacher, la pandemia de coronavirus ha hecho que a la fuerza deje de serlo. Solamente la irracionalidad propia de un virus, que no entiende de justificaciones ni responde ante ningún fin que no sea la depredación voraz, y que encarna así en su máxima expresión una voluntad sin rostro como la de Schopenhauer, podía poner en jaque incluso a aquellos seres que se habían creído dueños del mundo. La muerte, quizá la mayor verdad que tenemos a nuestro alcance, asumida ahora como real, pone de manifiesto nuestra contingencia delicada. Esta toma de conciencia, que abarca todos los puntos cardinales, muestra la absoluta fragilidad que habíamos intentado enmascarar en vano con armaduras tan endebles como espectaculares, que como la de don Quijote, se desmoronan con el más leve roce.

Lo que enseñan
los clásicos
Imposible no acordarse en tiempos de nostalgia de Homero y su Odisea cuando dice con Aquiles, resurgido de las sombras: "No me elogies la muerte, ilustre Ulises. Preferiría ser bracero y siervo de cualquiera a reinar sobre todos los muertos extinguidos". Si la muerte es el mayor de los males, parece lógico que intentemos por todos los medios atenuar el daño que nos produce. Esto no significa que debamos recuperar las formas evasivas que hasta ahora habíamos asumido, sino que logremos alcanzar una actitud sincera y honesta, partiendo del hecho de que la muerte es indeseable, pero sabiendo que hay formas mejores y peores de pensar en ella y de afrontarla cuando nos llegue el momento. Hay que darle algo de razón a Platón cuando dice que "los que filosofan en el recto sentido de la palabra se ejercitan en morir, y son ellos a quienes resulta menos temeroso el estar muertos".

¿La buena muerte?
En este momento mueren en soledad miles de personas a causa de la pandemia. Por si fuera poco tener que morirse, hay que hacerlo aislados y lejos de los familiares porque las condiciones de seguridad así lo exigen. En Holanda vemos cómo se empiezan a adoptar otras políticas sanitarias, que no permiten el ingreso hospitalario a los ancianos y a los que no gozan de buena salud, alegando que así se previene su sufrimiento al permitirles morir rodeados de sus seres queridos, y que además de esa forma no se saturan los hospitales. Algunos discursos como este pueden ser peligrosos porque, poniendo por delante el argumento de la buena muerte, esconden detrás intereses económicos que poco tienen que ver con los problemas éticos que intentan aparentar.
En cualquier caso, pareciera no solo justo sino necesario que sea la persona que sufre la enfermedad (o sus familiares en caso de que la persona no pueda) quien decida cómo terminar sus días. Por desgracia existen circunstancias de excepción en las que esto resulta especialmente difícil, pero precisamente por ello debemos exigirnos un rápido aprendizaje de estas situaciones límite, para ser capaces de afrontarlas en común de la mejor manera posible, y sobre todo para no caer de nuevo en la irrealidad una vez superadas.
El derrumbe de la cómoda ficción en la que habíamos habitado no es del todo nuevo, pero somos grandes especialistas en el olvido. Si de algo tiene que servir una situación de realidad como esta es para no olvidar lo que ahora vemos tan claramente, y conservar la impresión como un sello en la retina. Tras el hundimiento de las bases no deberíamos reanudar el camino con los pies de barro, como la estatua del sueño del rey Nabucodonosor, que al caer "todo a la vez lo hizo polvo". Es más real reconocer que somos absolutamente vulnerables, y a esa realidad le corresponde situar a la muerte en su mismo centro.
Los atomistas griegos ya pensaron que la muerte, en su sentido físico, acababa por invadirlo todo porque consistía en la corrupción de los cuerpos, la separación de las partes, que tarde o temprano acontece en todas las cosas. Si entendemos como el atomista Leucipo que todo ocurre necesariamente por azar, en una aparente paradoja, entonces es de imprescindible actualidad comprender también, para afrontar la pandemia y sus consecuencias, que la muerte es tan azarosa como necesaria, en el sentido apuntado al principio. Esto no impediría en ningún caso la consecución de una buena vida. Más bien al contrario, porque abandonar falsas ilusiones, o dejar de ignorar una verdad tan segura como la muerte, nos evitaría el dolor que produce la colisión de la realidad con el engaño. Atar en corto la idea de muerte, tenerla cerca para ir poco a poco comprendiéndola, antes de abrazarla para siempre, puede hacer que no nos impresione ni nos sorprenda tanto cuando llegue el momento de su azaroso y necesario encuentro.

 

El autor: Maximiliano Garaicochea es nacido en Coronel Pringles. Profesor y Licenciado en Filosofía, enseña en todos los niveles del Sistema Educativo, desde primario hasta Universitario, y a través de las Instagram, Facebook y Youtube con @Filosofía para llevar.

www.filco.es, 16 de abril de 2020.

 

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