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Historias de vida

Cuando el amor por la vida puede más que una tragedia

Ángel Marcelo Berreterreix perdió sus dos piernas en un accidente. Pero esa tragedia no fue un obstáculo, sino el inicio de una nueva vida donde el deseo de ser feliz es la clave.

31/03/2017
Cuando el amor por la vida puede más que una tragedia

Me llamo Ángel Marcelo Berreterreix, soy de la ciudad de Bolívar y hace 33 años que vengo a Pringles”. Así se presentó Patita –como muchos lo conocen-, una persona que le hizo frente a la vida más allá de su tragedia, y que ante el dolor, descubrió que Dios tiene un propósito para cada uno de nosotros, más allá de nuestras limitaciones o de las circunstancias.

“A los 15 años me agarró un tren. Fui a cruzar las vías, no lo vi y me llevó por delante”, así comienza a relatar su historia “Patita”, como muchos lo conocen y como él mismo se presenta. Ese accidente ocurrido hace 34 años  significó perder sus dos piernas y, a partir de ahí, “comenzar una nueva vida para mí”, señaló.

“Como todo, siempre es muy duro los primeros meses o los primeros años, pero tuve la bendición que a los tres meses del accidente tenía la misma frescura que tengo hoy. En el instituto al que fui para la rehabilitación había muchos, muchos chicos discapacitados y entendí que lo mío era insignificante en comparación de otros casos. Por eso agradecí a Dios y a la vida por darme la oportunidad de tener las manos, la vista, de poder oír”. 

Esa experiencia en el instituto, le hizo comprender a Patita que a pesar de que  “me faltaban las piernas, eso no impedía mi desarrollo en la vida. Frente a mí había muchas personas que no se podían mover por sus propios medios”.

Su propuesta de vida ante esta discapacidad “siempre fue positiva, mirando hacia atrás porque es la forma en que uno siempre ve la bolsa de uno llena”, y asegura que “siempre dije que me faltaran mis piernas fue insignificante porque fui una persona muy sana, y para mi estado de ánimo valió mucho. Yo pude proyectar mi vida, donde quiero estar, lo que quise ser y lo que puedo ser todavía como persona. Gracias a Dios tengo la posibilidad, en mis manos, de ser feliz”.

Desde aquel trágico día, Ángel “Patita” Berreterreix mantuvo sus brazos en alto, no bajó la guardia y desde entonces lo que siempre ha hecho es “trabajar, trabajar, trabajar y trabajar y ser feliz. Felicidad que me la dio el trabajo, la estabilidad emocional, los amigos, la gente”.

 

Patita es vendedor ambulante, trabajo que lo ha llevado a recorrer muchas ciudades de la provincia. “Hasta los 15 trabajé en una confitería y desde los 17 que soy vendedor ambulante. Durante 30 años vendí tarjetas navideñas, pero desde hace cuatro años vendo almanaques porque con los WhatsApp y las redes sociales he tenido que cambiar de mercadería”, señaló con su humor que lo identifica.  

Contó que “hace 33 años que visito Coronel Pringles y tengo excelentes amigos como Mirta y Jorge Obregoso, la gente del Hotel Pringles, de los bancos, de la Municipalidad, de los supermercados. Siempre me sentí muy querido, y a partir de ahí, uno siente que Dios, los amigos y uno es un equipo. Hago todo lo posible para alegrarle el día a la gente. Siempre le pido a Dios que me use, que sea un instrumento suyo para poder compartir mi alegría y mis ganas de vivir”.

Para este ejemplo de trabajo y de vida “uno puede ser feliz siempre y cuando se lo proponga porque, creo, que tenemos todo para ser feliz, más allá de la discapacidad que tengamos; y sobre todo si estamos acompañados por familiares y amigos”.

El deporte en la vida de Patita

La discapacidad de Ángel “Patita” Berreterreix no fue impedimento para practicar y destacarse en el deporte. “Corrí en natación, hice atletismo, corrí en kayak, jugué paddle, tenis y  básquet”; pero lo más interesante o como él mismo lo dice “desde el año 90 hasta el 96, tuve la suerte de que Rubén César Garay y Luís Ladriscina me dieran una mano muy grande para poder correr en rally”. Recordó que “en mi caso correr en auto sin piernas era muy raro, pero adaptamos un auto y en 1994 fui Campeón Argentino de Rally. Creo que el amor, el sacrificio y la pasión hizo que siempre pudiese participar” donde “corrí con un pringlense, José Luís Bottini, una gran persona que siempre estuvo a mi disposición cuando lo necesité, fue una mano que tuve acá en Pringles”.

Su mensaje a los pringlenses

Cerrando la nota, le pedimos un mensaje a la comunidad. Y nos dijo: “Compartir algo de lo nuestro con el que lo necesita, no solo económico, sino acompañándolo, escuchándolo, dándole un abrazo. No es necesario estar todos los días en la iglesia, lo importante es hacer el gesto todos los días. En el afán del día a día, que no lleva muy deprisa, vamos perdiendo poco a poco el amor por los demás. Compartir, todos los días, la posibilidad que Dios nos da de compartir con aquellos que más lo necesitan”.  

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