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Recordatorio: Juan Pascual Pringles, el máximo héroe puntano

19/03/2021
Recordatorio: Juan Pascual Pringles, el máximo héroe puntano

En un día tan especial no podíamos obviar a nuestro héroe puntano, cuyo nombre luce con orgullo nuestra ciudad, de allí la importancia de recordarlo con una breve reseña, que muestran a este héroe de Chancay que murió joven, peleando por su patria

 


Fue un guerrero valiente y leal. Leal a su patria y leal consigo mismo. Vivió un tiempo de guerras y batallas, de tumultos y asonadas, de intrigas y violencias. Participó en las guerras de la Independencia bajo las órdenes de San Martín y Bolívar. Peleó en Junín y se dio tiempo para salvarle la vida al general Necochea. Bajo las órdenes de Sucre probó el filo de su espada en Ayacucho, la última batalla de la Independencia.

Su carrera militar fue breve. Apenas diez o doce años. Se inició como alférez, y cuando murió era coronel. No fue un militar de escritorio. A diferencia de nuestros contemporáneos, oyó silbar las balas, sintió la mordedura del plomo en la carne. Todos los ascensos los ganó en el campo de batalla. Allí también ganó las medallas y esas otras medallas que quedan marcadas para siempre en el cuerpo de un guerrero: las heridas y las cicatrices de las heridas.

Y entramos ahora al último tramo de la historia. El escenario son las soledades de San Luis y Córdoba. Otra vez la mano del destino. Pringles acaba de ser derrotado por las tropas de Facundo Quiroga en San José del Morro. Se repliega hasta la provincia de San Luis. Está rodeado. Lo sabe y no le importa. Confía en su estrella. Ha conocido momentos peores. En las orillas del río Quinto es derrotado otra vez. Un oficial le ordena rendirse. Pringles dice que sólo entregará su espada al general Quiroga. El oficial le dispara a quemarropa.
Durante dos o tres días Pringles agoniza en medio del desierto. La patrulla llega finalmente hasta el campamento de Quiroga. Orgulloso, el oficial le muestra el cadáver. Quiroga ya está enterado de todo. Siempre sabía todo. Sus ojos negros brillan furiosos. La leyenda cuenta que los destinatarios de aquellas miradas fue lo último que vieron en la vida.

" ¡Por no manchar con tu sangre el cadáver del valiente Pringles -le dice- es que no te hago pegar cuatro tiros ahora mismo! ¡Cuidado otra vez -miserable- que un vencido invoque mi nombre!" Quiroga se ha sacado su poncho, el poncho que lo acompañó en tantas batallas y que lo protegió del frío y de la lluvia, de la soledad y de las derrotas. Se ha puesto de rodillas. Los hombres lo miran en silencio. Con un cuidado, con una delicadeza que ninguno de sus soldados conocía, cubre el cuerpo del bravo coronel Pringles. Imposible un homenaje más justo y más digno.

Tenía 36 años, y desde los veinte su único oficio había sido la guerra.
Hoy nuestra ciudad lleva con orgullo su nombre: CORONEL PRINGLES.

 

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