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EDITORIAL

La peor soberbia es la de creerse únicos y mejores que los demás

El afán competitivo lleva siempre a una indeseada soledad.

26/12/2017
La peor soberbia es la de creerse únicos y mejores que los demás

Decía San Agustín: "La soberbia no es grandeza sino hinchazón; y lo que está hinchado parece grande pero no está sano" , pero recordemos a un prócer argentino, que tanto luchó por su país y libertó otros con gran humildad, como el General Don José de San Martín: "La soberbia es una discapacidad que suele afectar a Pobres Infelices Mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de Poder y Riqueza, alcanzada a veces, de manera non sancta".

Y hoy, con todas las cosas y hechos que acontecen a nuestro alrededor como la mayoría están provocadas por ese defecto llamado Soberbia, decidimos escribir sobre ella, porque todos pecamos en alguna ocasión de poseerla.

En el interior del ser humano, hay tres perros peligrosos: la ingratitud, la soberbia y la envidia. Cuando muerden dejan una herida profunda.
El creerse superior a los demás es lo que impide que sigamos avanzando y perpetúa la sensación de separación, donde no tiene cabida la unidad y la amistad.

Si bien es cierto que existe un deseo sincero por parte de todos de hacer las cosas bien, llega un momento que nos perdemos de lo esencial, cediendo ante las redes de la soberbia, de considerar que ya se ha alcanzado un gran nivel, sentir que ya no se requiere más, que ahora sólo se quiere enseñar a otro, a los cuales se percibe y se juzga como inferiores o diferentes.

En el mundo hay personas inteligentes y personas menos dotadas. También hay personas humildes y soberbias. Estas dos clasificaciones nos dan cuatro tipos de perfiles.
El primero es el de los inteligentes y humildes. Estas son personas que llegan muy lejos y no se lo creen. Uno crece estando con ellos.

El segundo perfil, Inteligentes y soberbios no hay ninguno. Cualquier persona soberbia necesariamente es poco inteligente. Dicho de otro modo, cualquier persona inteligente es humilde. Sabe que en cualquier campo hay personas más capacitadas que ella. El que se siente muy superior a los demás desconoce la realidad, claro síntoma de estulticia.

Luego están los menos dotados, pero que son humildes. Con este tipo de personas se puede llegar muy lejos. Conocen sus limitaciones y por tanto saben dónde pueden llegar y cuando deben empezar a pedir ayuda. Con ellos se suele estar también muy bien pues la virtud siempre es atractiva.

Lo peor, el ignorante y soberbio. De estos mejor huir. Suelen generar muchos problemas. Se creen unos genios cuando de lo único que pueden hacer alarde es de su mediocridad.
Se creen superiores, únicos, mejores que el resto, por haber llegado más alto a costa del sacrificio y el trabajo de los demás. Con fortuna, muchas veces, lograda de manera non sancta. Si tienen que lidiar con alguna competencia, tratan por todos los medios de sacársela de encima sin ningún pudor.

De la descripción de estos cuatro perfiles se desprende que lo relevante no es ser más o menos inteligente, sino que lo que realmente marca la diferencia es ser Humilde, como la Nobleza que se caracteriza por la humildad y no hace alarde de lo que tiene.

Sabemos que si a algo hemos de acostumbrarnos es a esas personas cuyo corazón está habitado por la vanidad y el orgullo.
Lejos de enfadarnos, hemos de pensar que no merece la pena cultivar emociones negativas.

Lo ideal es aceptarlas tal y como son, marcar límites y alejarnos.
El éxito real y auténtico no reside en alzarse como mejor que otros en un acto de soberbia.
El triunfo más noble está en aceptarnos tal y como somos y, a su vez, respetar a los demás aunque no compartamos sus comportamientos.

Las recompensas siempre llegan al final: con el adecuado bienestar interior o, por el contrario, con la sensación de que nuestro afán competitivo nos ha llevado a una indeseada soledad.
MARIA ANGELICA CEJAS

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