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Droga, locura y espiritualidad

23/08/2018
Droga, locura y espiritualidad

Así se denomina la charla que Federico Cajén, brindó en la tarde de ayer en la sede de la Sociedad Rural de Coronel Pringles, con gran afluencia de público, que siguió atentamente la disertación, que versó sobre su propio testimonio de vida con las drogas.

 

Tiene 49 años, tres hijas y la posibilidad de volver a empezar, porque siente que "nunca es tarde". Federico Cajén se rehabilitó de las adicciones y ofrece su ayuda a quienes la necesiten. Treinta y dos años de consumo, siete internaciones, un intento de suicidio y una sanación que llegó de la mano de la fe aprendida en la Fazenda de la Esperanza, ubicada en Carhué.

En julio pasado estuvo en Coronel Pringles, junto a Santiago Diz, ofreciendo su testimonio, en una charla pública en instalaciones del Cuartel de Bomberos Voluntarios.
Anoche nuevamente invitado, Federico Cajén,- integrante de Consultora de Adicciones - brindó una charla en el salón céntrico de la Sociedad Rural de Coronel Pringles, con la asistencia de numeroso público. El día anterior había recorrido establecimientos educativos locales llevando su testimonio.

En el transcurso de la charla, Federico, destacó: "Esto nació en esta ciudad el año pasado cuando estaba haciendo el proceso de recuperación en la Fazenda de la Esperanza. Vine a Pringles, donde comenzamos una jornada bastante larga de cuatro días donde empezamos con las charlas de prevención. En ese momento me faltaban un par de meses para terminar mi proceso de recuperación".
Y puntualizó: "Soy un adicto recuperado a la cocaína, probé otras drogas, pero me recuperé después de 32 años. Tuve varias internaciones, pero el último proceso fue el que me dio resultado, que fue vivir en una comunidad religiosa en Carhué, en un campo, a orillas del Lago Epecuén. Llegamos a la Fazenda, por designio de Dios porque siempre había estado en comunidades terapéuticas para hacer la recuperación".
"La charla que van a escuchar hoy, es para hacer prevención, con algo diferente de lo que están acostumbrados a escuchar en las campañas contra las drogas, contra las adicciones".
"Esto es fundamentalmente sobre un testimonio de vida, para que puedan ver a través de actitudes y de cosas que me pasaron en la vida, en la familia, con los amigos, ustedes con este relato hasta pueden llegar a detectar personas con problemas de adicción y de esa manera poder ayudarlos".

 

 

Y señaló: "Es muy difícil. Los adictos nos recuperamos sólo cuando queremos, no cuando podemos. Es una decisión que tenemos que tomar, pero que no la tomamos porque no tenemos la lucidez necesaria para poder hacerlo.
Lleva mucho tiempo. Es un camino muy lento, y les diría que para la familia es una agonía, porque las esperanzas van y vienen y las ilusiones también".
"En el caso mío, tardé un tiempo, tardé 32 años, pero pude recuperarlo. Se entra muy fácil y para salir es muy difícil", remarcó.

Agregó luego: "Normalmente digo que hay cuatro puntos adónde vamos los adictos: uno es la locura, otra es la cárcel, otra es la muerte y otra la soledad. Pasé por tres, por la muerte no, porque estoy aquí hablando".
"En esta presentación ustedes van a poder ver el relato de mi vida, a grandes rasgos, las cosas que hice, las internaciones y el lugar donde me recuperé"

Contó que "a los quince años probé el alcohol, y la marihuana. Me quedé con la marihuana. A los 17 años, en Olavarría donde nací, me hice coordinador de viajes de egresados y en Bariloche, probé la cocaína y fueron 32 años que no paré de consumir".
"Eso tuvo consecuencias en mi vida, bastante grandes, pero con el tiempo las tuve que aceptar porque las edifiqué yo. Pude salir y pude superar todo lo que había pasado, como pérdidas de amigos, familiares".
"Estoy acá para contarles que se puede salir. Esta charla se llama, 'Droga, Locura y Espiritualidad', aseguró Federico Cajén, dando inicio a la charla, con una canción española, que canta la vida de un cocainómano.

La historia de Federico está cargada de recaídas y una oscuridad tan profunda que decidió no volver. Pero también tiene un final -que es su presente- feliz. Y termina siendo una historia de fe. Atravesó tratamientos desintoxicantes, centros de día, psiquiatras y psicólogos y lo termina sanando lo que él menos esperaba. Sus amigos y un hermano lo internaron en un lugar que nadie conocía, pero que le dio la posibilidad de encontrarse consigo mismo y con alguien a quien conocía de oído y le modificó radicalmente la vida: Dios.
"Soy terco y me costaba creer. Pero en este lugar (la Fazenda), me encontré conmigo mismo y con Dios, no hay otra". La fe fue su remedio.

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