2019-02-03

Axel Bogda y su historia

Reto al destino

“El camino de la vida me llevó a Pringles y allá me quiero quedar y terminar mis días”, dice Axel Bogda, que nació el 25 de enero de 1969 en el Hospital Italiano de La Plata, ciudad en la que vivió hasta los cuatro años. 
 
El hombre de apariencia sajona porta con el mismo orgullo el uniforme de policía o la ropa de fajina que usa para realizar las tareas necesarias para que todo funcione bien en la Comisaría. De su cuello cuelga un rosario, símbolo de protección, de cuidado, de acompañamiento. Dios estuvo muchas veces con él, tanto en el campo y en la acción como en el quirófano hace dos años cuando le hicieron un doble bypass coronario. “Estoy de casualidad porque entré muy mal a la sala de operaciones y la intervención fue muy larga y complicada. No había garantía de terminar bien”, revela.
 
Tanto empuñó un arma como vendió garrapiñadas en una plaza, hizo trabajos de electricidad, o planchó, lavó, cocinó, según la necesidad. 
 
Su papá es austríaco y desde Asunción de Paraguay -donde sigue residiendo junto a sus hermanos- se trasladó para estudiar geología en La Plata. 
 
Cuando era muy chico viajó con su padre a Paraguay donde hizo su escuela primaria hasta que regresaron juntos a la Argentina y Axel se quedó a vivir con su mamá en City Bell. Con ella salió a dedo desde La Plata hasta su pueblo de crianza llamado Zoilo Peralta entre Coronel Pringles y Sierra de la Ventana por camino de tierra. “Llegamos a ese lugar donde mi mamá pasó su infancia, todavía quedaba la estación del ferrocarril y algunas familias, entre ellas la de un español que era el herrero y molinero del lugar”, relata Axel de aquellos duros años infantiles. 
 
Un día su mamá se fue del pueblo y Axel quedó dando vueltas -a los 12 años- en ese mismo camino de tierra que lo había traído hasta Zoilo Peralta. “Empecé a vivir en la calle, en Pringles dormía en una plaza, comía lo que podía conseguir”, recuerda y agrega: “Ahí nació mi amor por los bomberos voluntarios porque iba al cuartel y según quien estuviera de guardia me daban algo para comer o lugar donde dormir”.
 
Generalmente hacía a dedo el trayecto entre Pringles y Sierra de la Ventana, pero por necesidad de vez en cuanto se metía en la casa de la familia española que había conocido cuando su madre lo llevó a Zoilo Peralta y se llevaba alguna gallina o pollo que mataba y después cocinaba en una tapera, hasta que un día lo descubrieron. “Pensé: ¡Se me viene la noche, me van a mandar a la cárcel!”. Pero la familia lo ayudó y comprendió que Axel tenía hambre y actuaba en consecuencia. 
 

El duro policía es presa fácil para sus hijos mellizos…

Así fue que la familia española le dio un lugar para vivir y además hablaron con el juez de Paz de Pringles, Américo Ripamonti -que en aquel entonces entendía en cuestiones de familia- para obtener la tutela de Axel. Entonces se crió en el seno de ese hogar donde lo contuvieron y enviaron a estudiar a Buenos Aires a un seminario católico en el que estuvo casi hasta finalizar el secundario. 
 
“El juez cuando finalicé mis estudios me dijo que podía ofrecerme algo del Estado para continuar mis estudios y enumeró el Ejército, la Fuerza Aérea, la Policía Federal y la de la Provincia, que fue la que elegí”, cuenta. 
 
 
Los estudios 
Axel lleva dos sillas al patio, se monta en una de ellas con el respaldo hacia adelante y recostado sobre él usa palabras concretas sin rodeos y no tiene miedo de decir lo que piensa y siente. 
 
La elección de la carrera estaba, pero faltaba todavía un largo camino para completar los actuales 32 años de servicio en la policía bonaerense. 
 
El juez de Paz de Pringles lo envió a los 16 años a estudiar a la Escuela de Policía “Juan Vusetich” donde finalizó la secundaria. 
 
El primer destino de trabajo en la Fuerza -ya en ese entonces era la misma dinámica actual para los recién recibidos- fue el Operativo Sol en la Comisaría Segunda de Mar del Plata. 
 
De allí a la Subcomisaría de Saavedra en Pigüé y de ahí convocado para hacer el curso del Grupo Halcón donde estuvo algunos años de servicio. Luego a Infantería al cuartel Central en La Plata en la Unidad de Control de Disturbios en la Vía Pública en Avellaneda y de ahí a la Policía de Islas en el delta, jefe del Destacamento Arroyo Borches -muy cerca de la Isla Martín García-, jefe de Destacamento en Río Paraná Miní y del Destacamento Puerto de Escobar, Camino Isleño. 
 
Todos estos cambios -sin tecnología- fueron muy difíciles de asumir cuando formó una familia, pero Axel encuentra lo positivo y reflexiona: “Un buen policía tiene que pasar por toda la provincia, conocer las realidades diversas y tener experiencia de campo. En este mundo globalizado donde el delito es dinámico considero grave que un policía llegue a jefe estando en una o dos localidades porque tiene la jerarquía y no la experiencia”. 
 
Por eso tiene una premisa que comparte con su personal a los que no obliga a hacer algo que él no haya realizado antes. “Si nunca lo hice me preparo para acompañarlos y llevar adelante la tarea juntos. Se supone que un jefe debe conducir por sus valores personales, éticos y morales y después por la jerarquía. Por eso es muy difícil si el conductor no tiene experiencia de vida, así no se podría hacer docencia hacia abajo, o contener a la gente”. 
 
 
El tiempo y la familia 
Axel confiesa que le encanta tomar mate -aunque no hizo honor a ello- y la naturaleza, el aire libre, tal vez la razón por la que propuso hacer la entrevista a cielo abierto. El tiempo perdido o mal usado todavía lo desvela a pesar de los años y la vida trascurrida. Los diferentes traslados, la búsqueda de afianzarse cada vez más en una carrera promisoria generaron que la familia no lo tuviera tan presente como él hubiera querido. 
 
De un primer matrimonio tiene hijos grandes -una mujer y tres varones- y nietos, con su actual esposa tuvo mellizos -una nena y un varón de siete años- “los disfruto mucho porque tomé consciencia de lo que hice o hice mal antes, porque mis hijos mayores y mi ex mujer pagaron los platos rotos de dedicarme a mi vocación porque no han vivido bien, han vivido mal”, asume con crudeza. 
 

Bogda lleva 32 años de servicio en la policía de la provincia de Buenos Aires. Además, acumula 23 años de bombero voluntario

Los traslados se hacían de un momento a otro, sin previo aviso y allí tenía que movilizarse toda la familia y resolver en 24 horas la estadía, la escuela de los chicos, la vivienda, algo que para Axel tuvo consecuencias buenas, pero también desagradables y difíciles. 
 
En los años en que criaba sus hijos mayores el sueldo de la Policía era semejante al de los municipales. “He vendido garrapiñadas en la plaza de Avellaneda, toda mi vida hice instalaciones eléctricas como trabajo secundario, hice tres o cuatro adicionales después de cada servicio, vivía así, no estaba nunca en mi casa”. 
 
Ahora tiene la certeza que hay que dedicarle tiempo a la familia, “igual en esto la tecnología y el transporte ayudan mucho, antes sólo los comisarios tenían vehículo, los oficiales éramos todos ratones que viajábamos haciendo dedo o colados en los trenes”, describe. 
 
Las frases se pausan y después de un respiro profundo dice: “Siento que tengo que vivir lo mejor que pueda, disfrutar con la familia y amigos. Hace dos años me hicieron un doble bypass coronario y no había garantía de salir bien de la operación”, cuenta mientras levanta la remera y enseña una enorme cicatriz que lo atraviesa desde el cuello casi hasta la cintura, “tres meses después ya estaba prestando nuevamente servicio”, cuenta. 
 
Piensa que hay que dar paso a la gente nueva, reconocer cuando se cumple un ciclo y, prepararse para el retiro. “Para mí y para los que llevamos esta vocación en el alma la transición es complicada porque nunca dejas de ser policía”. 
 
Tiene proyectos alejados del ámbito de la seguridad, “no generé en estos años un patrimonio, por eso con el retiro quiero tener mi casa propia y disfrutar de la moto con la que me gusta viajar. Es momento de eso, de tener mi techo y tal vez seguir haciendo tareas de electricista, pero jamás dedicarme a empresas de vigilancia”, cuenta entre risas. 
 
La melancolía tiñe el rostro de Axel y circula por al ambiente cálido y la tarde que cae: “Quiero hacer lo que nunca hice, me perdí cumpleaños -el de 15 de mi hija- y de mis tres varones mayores, lo que cualquier vecino ha vivido. Cuando egresaron del secundario estaba trabajando, y antes todo el tiempo estuve o estudiando, internado pupilo o haciendo guardias en la Escuela de Policía, pero no reniego de nada, todo es aprendizaje”, señala y continúa: “Se valora tanto el plato de sopa como cualquier otra cosa. La vida me enseñó a valerme, no tengo problemas en planchas, zurcir, cocinar o ir a un operativo de alto riesgo”. 
 
De su experiencia religiosa explica: “Siempre tuve presente a Dios y en mi carrera, infinidad de veces la mano de Dios me salvó de no salir muerto o mal herido -especialmente en los trabajos de unidades de combate en el conurbano-, siempre Dios me protegió- lo digo y lo predico así”. 
 
Ya el sol daba paso a las primeras sombras y el día iba terminando, así también la entrevista. Momento para balances, para análisis: “Me enoja la mentira, el engaño, la falta de compromiso o de amor propio y me hace bien la naturaleza, la sonrisa de mis hijos, los mates de mi señora”, dice casi susurrando para luego levantar la cabeza y agregar: “Soy muy básico y el único placer terrenal, para el que no siempre tengo el dinero o el tiempo, es viajar en moto para conocer nuestro país, y a veces pescar, algo que hago con mis hijos”. 
 
Finalmente Axel se yergue en la silla, se aleja del respaldo y deja que fluyan las palabras: “Pienso terminar mis días en Pringles, me quedaré ahí para siempre, donde el camino de la vida me dejó”. 
 
Axel ya no gira sin rumbo sobre la tierra de un sendero que parecía no lo iba a conducir a ningún lado, sin embargo la fuerza de voluntad y el amor lo plantaron bien fuerte y seguro sobre otra ruta del servicio y la empatía. “La charla está muy linda, pero basta de cháchara, hay que volver a trabajar”, dice al término de la nota y sale con su ropa de fajina a realizar arreglos en la electricidad o montarse al patrullero rumbo a un operativo… 
 
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“La carrera que más ayuda brinda al otro” 
Axel Bogda es comisario inspector, jefe de la Policía Comunal de Tres Arroyos, “la tarea policial es la profesión que más amplio espectro brinda para ayudar a hacer cosas, el policía puede colaborar en un incendio hasta que lleguen los bomberos, se puede tirar al agua y salvar a alguien, ayudar a un suicida hasta que arribe el cuerpo de rescate, cortar la calle para que cruce una abuela, o los chicos del colegio, contener a alguien que está mal en una plaza”, explica. Y agrega: “No todo es correr a los delincuentes y andar a los tiros”. 
 
Axel tiene un asombroso currículum por sus trabajos realizados en el Grupo Halcón, en los Servicios Para Apoyo de Combate (SPAC), curso Cruz Roja Internacional de Auxiliador, en SWAT (Special Weapons And Tactics), por sus cursos de Operador de Espacios Confinados en Incendio y Rescate, de Rescate en Altura. 
 
La trayectoria le da autoridad para analizar que si bien hay una gran cantidad de jóvenes que aman la profesión y la abrazan con vocación, otros adolecen de cultura general y según su apreciación es en lo que tendrían que trabajar más. 
 
En igual sentido también destaca que “hay chicos con ganas que les gusta este trabajo o que vienen de familia y otros que lo toman como salida laboral, acá hay que poner la salud, la vida, todo”. 
 
Axel está orgulloso de su profesión, que se transformó en vocación. Habla desde el lugar y las vivencias que obtuvo en el curso BOPE de Patrullaje en Zonas Virulentas, en el Batallón de Operaciones Policiales Especiales (en portugués: Batalhão de Operações Policiais Especiais) de Río de Janeiro, como buzo policial, instructor de buzos policiales, especialista en rescate con motos de agua, curso con la Indiana River Rescue School (Escuela de Rescate de Agua de Indiana USA), especialista búsqueda, rastreo y localización de material explosivo y/o pirotécnico TEDAX (Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos). 
 
“Gran parte, casi el alma mater de mi manera de ser y mi forma de pensar y hacer, es un legado exclusivo de mi adoctrinamiento como Halcón, eso perdura hasta la muerte”, asegura con orgullo. 
 
Un policía para hacerle la venia. 
FUENTE: VALENTINA PEREYRA - LA VOZ DEL PUEBLO 
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