sábado 27 de julio de 2024
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Ejemplo de vida

Alberto tiene 92 años y vende sus pulseras en la Plaza Pringles

 Nació en Buenos Aires, en el barrio del Abasto, que lo marcó de por vida. Hijo de inmigrante sirio, comenzó a trabajar desde los 8 años. Tuvo una joyería en Buenos Aires que perdió por los avatares económicos. Su historia.

14/05/2024
Alberto tiene 92 años y vende sus pulseras en la Plaza Pringles

 La conmovedora situación quedó registrada por la cámara de Diario El Orden, por Quique Laborde   y  aún despiertan un sinfín de reacciones y comentarios  por las redes sociales.

El protagonista es Alberto, quien  con sus 92  años, ( lo cumple en julio venidero)  se lo puede ver vendiendo sus pulseras en la Plaza Juan Pascual Pringles y llevando en su haber  su historia, que bien vale plasmarla,  no solo en el video  en nuestra  página digital,  sino también  su testimonio escrito, por ser un verdadero ejemplo de vida.

   Por lo tanto, la reproducimos textualmente, porque lo vale y nos muestra que la vida no termina a los 60, ni a los 70 ni a los 90…. cuando se tiene garra, fuerza de voluntad más allá de las circunstancias adversas, para hacer lo que sea necesario y poder alcanzar sus sueños.

 

Como señaláramos, Alberto, tiene 92 años, a punto de cumplir, y se lo puede ver diariamente caminando  por la plaza de nuestra ciudad o en el centro,  vendiendo sus pulseras  y también juega  al truco, con los “muchachos de la municipalidad”.

    Ante la pregunta de Diario El Orden, con voz suave, educada y sonriente contó su historia:

 “Soy porteño . Nací en Buenos Aires, en el barrio del Abasto.  Soy hijo de un inmigrante sirio. Me crié en un conventillo y tuve la suerte que vivía a media cuadra del Mercado de Abasto. Cuando veía que en mi casa se necesitaba algo, iba allí y los señores me regalaban cosas que no podían vender. Empecé a trabajar a los 8 años, haciendo mandados en farmacias, verdulerías, en distintos lugares. Tuve la suerte siempre de tener buenos amigos” señaló entrecortado por las lágrimas.

 

 Luego de unos segundos, siguió con su historia aún emocionado: “Con los años, me hice joyero,, que es lo más sencillo que hay.  Esto me sirve hoy para elaborar las pulseras (son hermosas a un precio de $1.000 ) . Compro las piedras y las combino  con letras, o con  colores de Boca o River. Hice 20 pulseras de Messi, y las vendí a todas, me quedé sin las piedras por lo que estoy esperando el paquete que me lo tienen que mandar”,.

  Puntualizó, que  está vendiendo muy bien y que su hija, lo ayudó mucho al enseñarle que también puede ofrecer sus artesanías por otros canales.

Alberto agradeció  también a Confitería Josefh  destacando. “que estos chicos me tienen como si fuera el abuelo y me dejan vender en el local, y después de la nota que me hiciste, los clientes me reconocían,  y me daba vergüenza”, remarcó con risa.

  En otro momento de la nota, clarificó que “su objetivo era viajar a visitar a su  nieto a Brasil. Me va a costar juntar toda la plata, porque  el viaje es muy caro.  Y explicó: “Yo tuve en mi vida dos etapas, la de ser una persona sin nada, hasta tener un buen pasar económico, como joyero, que me permitió regalarle una casa a mi hija , un departamento a mi otra hija que vive en Buenos Aires, y a mi hijo, un auto, que yo en mi vida no tuve”.

“Es un alegría, porque cuando uno puede ayudar, así sea un desconocido, te da mucha satisfacción”.

“Tenía un negocio en Buenos Aires, en sociedad con un amigo,  a dos cuadras del Obelisco, en calle Libertad y Mitre, Me fue superbién, y me compré uno de los mejores departamentos de Palermo”, señaló sin explicar los motivos por los que tuvo que dejarlo,,  pero dio a entender que las crisis económicas del país, lo llevaron casi a perder todo lo que tenía.

 

“Actualmente, me siento muy bien, los médicos se asombran por mi vitalidad,  Puedo decir, que a mí lo que me ayudó en la vida es haber vivido cerca del Mercado del Abasto y a trabajar desde chico, es la mejor fórmula para llegar  esta edad haciendo lo que me gusta”

“Vengo a la plaza  los sábados y domingo. Estoy una hora y media, no más por el frio”, concluyó Alberto con amplia sonrisa,   despidiéndose agradecido y yéndose  con paso tranquilo y erguido por la Plaza Central.

   Verdaderamente, Alberto es un ejemplo más de vida, en un mundo donde la cultura del trabajo, del amor, de la paciencia, la gratitud  va desapareciendo.

Sus palabras enseñan que se debe estar agradecido por lo que se tiene, por un nuevo día de vida, por la salud, por la familia, por la casa en donde se vive, por los amigos y por el trabajo….

¡Gracias Alberto por esta hermosa lección de vida!.

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