Ejemplo de vida
Alberto tiene 92 años y vende sus pulseras en la Plaza Pringles
Nació en Buenos Aires, en el barrio del Abasto, que lo marcó de por vida. Hijo de inmigrante sirio, comenzó a trabajar desde los 8 años. Tuvo una joyería en Buenos Aires que perdió por los avatares económicos. Su historia.
![Alberto tiene 92 años y vende sus pulseras en la Plaza Pringles Alberto tiene 92 años y vende sus pulseras en la Plaza Pringles](/images/custom/sin-imagen.jpg?_v=90)
La conmovedora situación quedó registrada por la cámara de Diario El Orden, por Quique Laborde y aún despiertan un sinfín de reacciones y comentarios por las redes sociales.
El protagonista es Alberto, quien con sus 92 años, ( lo cumple en julio venidero) se lo puede ver vendiendo sus pulseras en la Plaza Juan Pascual Pringles y llevando en su haber su historia, que bien vale plasmarla, no solo en el video en nuestra página digital, sino también su testimonio escrito, por ser un verdadero ejemplo de vida.
Por lo tanto, la reproducimos textualmente, porque lo vale y nos muestra que la vida no termina a los 60, ni a los 70 ni a los 90…. cuando se tiene garra, fuerza de voluntad más allá de las circunstancias adversas, para hacer lo que sea necesario y poder alcanzar sus sueños.
Como señaláramos, Alberto, tiene 92 años, a punto de cumplir, y se lo puede ver diariamente caminando por la plaza de nuestra ciudad o en el centro, vendiendo sus pulseras y también juega al truco, con los “muchachos de la municipalidad”.
Ante la pregunta de Diario El Orden, con voz suave, educada y sonriente contó su historia:
“Soy porteño . Nací en Buenos Aires, en el barrio del Abasto. Soy hijo de un inmigrante sirio. Me crié en un conventillo y tuve la suerte que vivía a media cuadra del Mercado de Abasto. Cuando veía que en mi casa se necesitaba algo, iba allí y los señores me regalaban cosas que no podían vender. Empecé a trabajar a los 8 años, haciendo mandados en farmacias, verdulerías, en distintos lugares. Tuve la suerte siempre de tener buenos amigos” señaló entrecortado por las lágrimas.
Luego de unos segundos, siguió con su historia aún emocionado: “Con los años, me hice joyero,, que es lo más sencillo que hay. Esto me sirve hoy para elaborar las pulseras (son hermosas a un precio de $1.000 ) . Compro las piedras y las combino con letras, o con colores de Boca o River. Hice 20 pulseras de Messi, y las vendí a todas, me quedé sin las piedras por lo que estoy esperando el paquete que me lo tienen que mandar”,.
Puntualizó, que está vendiendo muy bien y que su hija, lo ayudó mucho al enseñarle que también puede ofrecer sus artesanías por otros canales.
Alberto agradeció también a Confitería Josefh destacando. “que estos chicos me tienen como si fuera el abuelo y me dejan vender en el local, y después de la nota que me hiciste, los clientes me reconocían, y me daba vergüenza”, remarcó con risa.
En otro momento de la nota, clarificó que “su objetivo era viajar a visitar a su nieto a Brasil. Me va a costar juntar toda la plata, porque el viaje es muy caro. Y explicó: “Yo tuve en mi vida dos etapas, la de ser una persona sin nada, hasta tener un buen pasar económico, como joyero, que me permitió regalarle una casa a mi hija , un departamento a mi otra hija que vive en Buenos Aires, y a mi hijo, un auto, que yo en mi vida no tuve”.
“Es un alegría, porque cuando uno puede ayudar, así sea un desconocido, te da mucha satisfacción”.
“Tenía un negocio en Buenos Aires, en sociedad con un amigo, a dos cuadras del Obelisco, en calle Libertad y Mitre, Me fue superbién, y me compré uno de los mejores departamentos de Palermo”, señaló sin explicar los motivos por los que tuvo que dejarlo,, pero dio a entender que las crisis económicas del país, lo llevaron casi a perder todo lo que tenía.
“Actualmente, me siento muy bien, los médicos se asombran por mi vitalidad, Puedo decir, que a mí lo que me ayudó en la vida es haber vivido cerca del Mercado del Abasto y a trabajar desde chico, es la mejor fórmula para llegar esta edad haciendo lo que me gusta”
“Vengo a la plaza los sábados y domingo. Estoy una hora y media, no más por el frio”, concluyó Alberto con amplia sonrisa, despidiéndose agradecido y yéndose con paso tranquilo y erguido por la Plaza Central.
Verdaderamente, Alberto es un ejemplo más de vida, en un mundo donde la cultura del trabajo, del amor, de la paciencia, la gratitud va desapareciendo.
Sus palabras enseñan que se debe estar agradecido por lo que se tiene, por un nuevo día de vida, por la salud, por la familia, por la casa en donde se vive, por los amigos y por el trabajo….
¡Gracias Alberto por esta hermosa lección de vida!.