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Bar Gomez: Entre copas, cartas y charlas

Más allá de los lugares turísticos que tiene todo pueblo, o emblemáticos por algún hecho histórico o arquitectónico, los pueblos también tienen esos lugares llenos de historias de gente común, de gente de pueblo. Lugares o sitios que se transforman en tradicionales por su gente.

28/07/2022
Bar Gomez: Entre copas, cartas y charlas

Estos lugares no figuran en los folletos turísticos pero sí en la memoria de la gente. Cuando se recorren o visitan estos pueblos no falta que algún vecino nombre un bar, famoso por alguna comida, por la visita de algún personaje ilustre o vaya uno a saber el porqué.

Pringles ha tenido muchos de estos lugares: el bar Los Corrales, El Hornero, el bar del Indio Ruiz, y la lista sigue para los que ya pintan una cabellera llena de canas. Pero hay uno que aún hoy sigue con sus puertas abiertas: el Bar Gómez, o como se lo conoció por muchos años el Bar del Negro Gómez.

 

Volver a ocuparsu lugar.
Aunque el Negro ya no está con nosotros (nos dejó en abril del 2016) si está su esposa Amanda Bocca quien desde que se casó "estuve ligada al bar, no estaba todo el día, el que estaba mucho el Negro pero como nosotros vivíamos acá, estábamos mucho. Ahora estoy sola pero siempre estuvimos los dos", nos cuenta con un poco de nostalgia, parada detrás del mostrador a sus 81 años.
Seguramente hoy nos parezca poco común ver a una mujer atendiendo un bar (también es poco común ver bares en el pueblo como lo hubo décadas pasadas), pero Amanda nos comentó que hubo una época, hace muchos años, que "había una señora que se llamaba doña María Artaza que tenía un bar en calle 19, después otra señora tenía uno en el Boulevard 40, mujeres que tuvieron bar toda la vida". Seguramente algún lector se acordará de estos bares y estas mujeres.

Retomando la historia del Bar Gómez, Amanda nos relató que "cuando el Negro falleció lo alquilé un año y medio; pero cuando el inquilino lo dejó me dije voy a hacer la prueba de atenderlo yo al bar. Porque cuando el Negro murió, yo estaba operada de cadera, andaba con muletas entonces no se me ocurrió quedarme atendiendo el bar".
Ese tiempo que el bar estuvo alquilado, la gente no concurría con la frecuencia que lo hacía cuando el Negro y su esposa lo atendían; sin embargo cuando Amanda decidió quedarse detrás del mostrador nuevamente los parroquianos volvieron y "ahora están chochos de la vida" nos cuenta entre risas, aunque de vez en cuando les dice -un poco en broma y un poco enserio- que "no voy a abrir más porque estoy vieja", y obviamente esto no es que les agrade mucho a los parroquianos.

 

Un bar que mantiene su estilo.
Entrar al Bar Gómez es, de alguna manera, retroceder en el tiempo, porque si bien sus mesas, piso y cuadros descubren sus años, no se respira a aire añejo.


"El bar lo compró mi suegro, de esto hace ya 75 años. En 1946 lo tomamos el Negro y yo, cuando nos casamos; incluso cuando éramos novios porque como yo vivía enfrente, estaba más acá que en mi casa. De eso hace ya 60 años", rememora Amanda y agrega que "el bar siempre estuvo acá, con el mismo piso, el mismo techo; los mostradores y las sillas los hemos cambiado. Cada vez hay menos bares, muchos han cerrado".
El bar es, de alguna manera, parte de su vida. "Viví toda la vida acá" donde además "crie a mis chicos (cinco mujeres y un varón que le han dado 11 nietos). Mis hijos aprendieron a caminar en las sillas del bar".

Con tanta historia vivida "cuando lo dejé extrañaba un poco pero ahora que volví estoy re mil chocha" asegura sonriente, y afirma que "no voy a estar sentada en mi casa todo el día, por más que una mujer hace las cosas de la casa".
Sobre sus clientes, Amanda dice que "la gente es muy buena, tenemos clientes de toda la vida, hay gente que hace 50 años que viene al bar"; y nos confiesa que "hace poco falleció un hombre de 90 años que venía al bar desde los 17. Para nosotros los clientes eran (y son) como una familia. Acá hacíamos comidas, ahora hacemos pero no tanto. Este bar es como un negocio de familia. Estar acá es como estar en mi casa. Toda una vida acá, criando a los chicos acá dentro. En una oportunidad tuvimos otra casa pero estábamos más acá. Acá vivía mi suegra, yo prácticamente viví con ella, era un ser excepcional", dijo Amanda.

Para esta mujer de 81 años el bar es "como un negocio familiar" donde "todos éramos como amigos y con los que salimos a pasear, con Pepe Calderón por ejemplo, y con otros más. Fuimos infinidad de veces a Ventana y otros lugares. Son cosas difíciles de olvidar".

En el Bar Gómez la gente "juega al mus, conversa, conversamos, comemos una picada. Yo estoy desde las 8 de la mañana hasta las 4 de la tarde, después abro a las 6 hasta las 10 y media de la noche. Abro todos los días menos los domingos, y tuve cerrado unos días porque vinieron los chicos (hijos y nietos) y porque fue el cumpleaños de mi hermana Beatriz. Tenía que atenderlos y unos días de vacaciones no me vinieron mal", comentó entre risas.
Y nos despidió diciendo que "siempre digo ojalá esté cuatro o cinco años más así después, cuando llegue a los 85, veremos que hago".

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